42 Silicon Valley dibuja el futuro del primer mundo (y no es nada halagüeño) ~ Anon Público

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jueves, 1 de mayo de 2014

Silicon Valley dibuja el futuro del primer mundo (y no es nada halagüeño)


Un sin techo consulta una tablet mientras pide limosna en una céntrica calle de Silicon Valley. (Twitter: @mlevchin)


Él ingeniero, ella informática, y un sueño en común: desarrollarse profesionalmente en Silicon Valley, la meca de la innovación, al abrigo de las sedes de todas las grandes corporaciones tecnológicas. El Valle del Silicio, aunque este mineral haya sido desplazado por toneladas de ladrillo y hormigón. Eso sí, a precio de oro. La pareja de jóvenes, ambos con un sobresaliente currículo universitario que les ha permitido obtener dos becas en sendas empresas tecnológicas, se instalaron “momentáneamente” en un sótano. Sin embargo, dos años después, ya con contrato de trabajo y un hijo de por medio, seguir viviendo en un piso de 50 metros cuadrados sin ventanas es casi un lujo.

Los precios del alquiler se han disparado debido a la demanda, y la congelación de los sueldos entre las masa de trabajadores altamente cualificados ha provocado que el precio promedio de un apartamento de cuatro habitaciones cueste lo mismo que el sueldo del 55% de las personas asentadas en el sur de la Bahía de San Francisco. Como consecuencia, en esta ciudad se concentra la quinta bolsa más grande de personas sin techo de EEUU. Una problemática que, según el último Silicon Valley Index, no ha hecho más que empeorar durante los últimos años.

Este caso particular está centrado en Silicon Valley, pero es extensible a numerosas ciudades y capitales financieras del mal llamado primero mundo. Esos lugares a donde se iban a perseguir sueños pero en los que, ahora, ya sólo se encuentran pesadillas. La cultura del esfuerzo, el sacrificio y las capacidades o habilidades profesionales ya no son una garantía de éxito o, al menos, de calidad de vida.



Del silicio al ladrillo: la programación de la miseria masiva

Las nuevas generaciones,de las que se ha dicho que son las mejor formadas de la historia, comienzan a darse cuenta de ello. Las lógicas han cambiado, y afectan a todas las ciudades por igual. Silicon Valley ya no es sólo una metáfora, sino la metonimia que mejor refleja esta nueva realidad.

La cultura del esfuerzo, el sacrificio y las capacidades o habilidades profesionales ya no son una garantía de éxito o, al menos, de calidad de vida

Los resultados del anteriormente citado Silicon Valley Index parecen haber abierto los ojos a una buena parte de los artífices de este centro neurálgico de las tecnológicas. El influyente Emmett D. Carson, CEO de Silicon Valley Community Foundation, firmaba junto a Russell Hancock, CEO de Joint Venture Silicon Valley, una demoledora carta abierta en la que ponía sobre la mesa una cruel contradicción: “El éxito de Silicon Valley ha provocado que se convierta en un lugar menos habitable”.

La hipermodernidad, diría el urbanista Bruce Bégout, se ha apoderado de las ciudades intensificando las desigualdades sociales. La nueva clase marginal, como explica el autor galo en esta entrevista, son los trabajadores cualificados que antes se movían en la clase media y media alta. El creciente empobrecimiento de la mano de obra cualificada está provocando su éxodo hacia los barrios marginales, de extrarradio, matiza el autor galo. Y Silicon Valley, como refleja esta galería fotográfica del diario económico Business Insider, da buena cuenta de ello.



Altamente cualificados, pero enormemente pobres

Una seria advertencia de hacia dónde vamos. Y es que, Silicon Valley marca tendencia, no sólo a nivel tecnológico, sino también habitacional, laboral y, en definitiva, de calidad de vida. Volviendo a Bégout: “Espacios atomizados, inconexos, donde predomina la pérdida del vínculo con el mundo exterior y el empobrecimiento”.

Los gastos de alquiler superan a los salarios, y menos de la mitad de nuestros trabajadores pueden permitirse el lujo de acceder a una vivienda de calidad media
Se trata de trabajadores funcionales y protagonistas de la modernidad tecnológica, pero al mismo tiempo relegados de la economía y desterrados a zonas urbanas hiperdegradadas, como denuncia el urbanista Mike Davis en su último ensayo Planeta de ciudades miseria (Akal).

Según el análisis de Davis, las ciudades contemporáneas se caracterizan por una producción en masa de la miseria, como resultado de una conjunción simultánea de la corrupción de las clases dirigentes, del fracaso institucional y otros programas dirigidos a transferir la riqueza de los pobres a los ricos. Una valoración en la que se basa para desacreditar “el irresponsable mito de la salvación por uno mismo mostrando exactamente quién es expulsado del ‘capitalismo autosuficiente’”.

La insostenibilidad del nuevo clímax urbano

Sin que la crítica de Carson y Hancock sea tan incisiva e ideológica, sí enfatizan su “preocupación porque nuestra riqueza no está siendo distribuida equitativamente”. Esta apreciación no tiene que ver con las dificultades de acceder a un empleo, pues la oferta laboral lleva cuatro años marcando máximos históricos, sino a la calidad de éste. La dicotomía es más que paradójica: mientras miles de trabajadores viven en condiciones miserables, es una de las ciudades norteamericanas donde se concentran parte de los salarios más altos.

“Los precios de la vivienda siguen aumentando, los gastos de alquiler superan a los salarios, y menos de la mitad de nuestros trabajadores pueden permitirse el lujo de acceder a una vivienda de calidad media”, lamentan en su carta conjunta titulada A Message About the 2014 Index. Las voces de alarma ya no provienen de sesudos urbanistas e ideologizados sociólogos catastrofistas.

Cada vez son más las personas que sustentan el poder económico y empresarial que comienzan a realizar este tipo de lecturas, a modo de prevención, sobre la insostenibilidad de este nuevo clímax urbano. Y es que, si los de abajo caen, los de arriba no durarán mucho más. Eso, contando que se atajen los conatos de revuelta que ya comienzan a asomar.

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